Muchas veces nuestro paladar está acostumbrado o hecho desde la niñez a una serie de sabores, que nos impiden aceptar otras preparaciones que nos vamos encontrando a lo largo de nuestra vida, de esta manera, a menudo rechazamos platos bien elaborados pero que nuestra educación gustativa no acepta pues no nos recuerdan a aquello que comimos en su día.
En la literatura universal tenemos el ejemplo descrito por Marcel Proust y su magdalena en el libro "Por el camino de Swann"
- Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado la cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.-
Más recientemente una versión más popular de estos recuerdos la tenemos en la película Ratatouille, cuando el crítico gastronómico recupera ese sabor de la niñez, cuando su madre preparaba el ratatouille.
Bueno toda esta digresión viene a cuento porque el pasado sábado, como se anunciaban temperaturas bajas, decidimos hacer un cocido para comer. En casa aprovechamos esta receta para surtirnos de varias raciones de sopa, que suelo congelar, así como carne cocida que a veces utilizo para una lasaña. Nuestro cocido es con garbanzos, jamón, chorizo, huesos y morcillo de ternera.
Pues bien, el domingo decidí utilizar la carne sobrante del sábado, picada muy fina y acompañarla de dos grandes cebollas pochadas, cortadas en juliana y medio kilo de salsa de tomate, también casera, para hacer una empanada, que por primera se pudo igualar aquellas que probé en mi niñez y que cada vez que visito a mi madre le pido que me haga.
La empanada es un receta para hacer con calma, enseguida se consigue la masa, pero es necesario el reposo para que fermente y obtener así una empanada esponjosa y crujiente a la vez,
Las cantidades que utilicé son las siguientes:
750 gr,. de harina
300 ml. de agua
50 ml. de aceite
50 ml. de vino, tenía un albariño a mano que utilicé
25 gr, de levadura de panadero
1 huevo
sal.
Tomamos el agua ligeramente tibia y disolvemos en ella la levadura, hacemos un volcán con la harina y en el centro ponemos los elementos líquidos , el huevo y la sal.
Vamos integrando todos los ingredientes en la harina procurando que no se desparramen por la mesa de amasado. Al final hacemos una bola con la masa, la envolvemos en un paño y la dejamos reposar al menos una hora en su sitio apartado de las corrientes de aire.
Pasado este tiempo cortamos la masa en dos partes, tomamos una de ellas y la extendemos con la ayuda de un rodillo.
Cubrimos una fuente de horno con la masa extendida, procurando que salga por los bordes, ponemos en esta fuente el relleno de la carne y cubrimos con la otra parte de la masa también extendida con el rodillo.
Recortamos en los bordes la masa sobrante y vamos doblando la masa para cerrarla herméticamente.
Con la masa sobrante hacemos la decoración de la empanada y sin olvidarnos de abrir un pequeño agujero en el centro de la empanada, para que salgan los vapores de la cocción.
La dejamos reposar otra hora tapada con un paño.
Metemos la empanada al horno a 200º durante una hora o hora y media, como siempre dependerá de horno. Hay quien la pinta con huevo batido par que tome un color dorado, en este caso no lo hice.
El resultado fue magnífico y duradero, pues comimos domingo, lunes y martes.